"Some time later"

sábado, 19 de abril de 2008

ABRE LOS OJOS


"Abre los ojos" de Amenábar (1998) ha sido la película con la que inicié el cinefórum.
La elegí por su cualidad de artefacto que descuartiza nuestra mirada; o, más bien, que marca un hiato en la relación entre imagen y realidad.
Abre los ojos demuestra a la perfección que la realidad que vemos en la pantalla es siempre cuestionable; más aún, que la misma realidad en que vivimos es subjetiva y mutable.
Se podría objetar que es una película vacía, puro ejercicio de confusión en torno a una indeterminación total de significado. Sin embargo, tal vez por esa misma condición de incertidumbre, es una película que adoro.
Además, mantiene algunos elementos habituales en los thrillers y en las películas románticas, que hace que su ingestión, al menos en la primera parte del film, sea ligera. De hecho hay mucha malicia en esta película de cara al espectador medio: comienza de manera muy diáfana, muy cercana a todo el mundo y después, una vez nos tiene relajados en la butaca, pendientes de los amores y desamores de los personajes, sin más: ¡zas! nos inocula el veneno de la confusión.

Os recuerdo el argumento:

Se nos presenta a César, un muchacho de clase alta y afortunado. Todo le sale a pedir de boca: una hermosa casa, bienes materiales asegurados de por vida, un puesto de importancia en una empresa (ello a resultas de la muerte prematura de sus padres en un accidente, todo hay que decirlo); un amigo fiel (Pelayo) que permanece a su lado a pesar de los pesares; un rabioso éxito con las mujeres, que le lleva a poder apoderarse de cuantas se le antojen...
Un día en una fiesta conoce a una chica que por fin le impacta de verdad (Sofía). Pese a que su amigo le ha confesado que "podría ser el amor de su vida" a él le trae sin cuidado y comienza a seducirla: parece que el enamoramiento mutuo ya es inminente.
Sin embargo, al salir de la casa de la posible nueva conquista, le espera Nuria, la amante incondicional despechada. Ésta le propone llevarle a casa en coche. Él se niega pero, ante la insistencia de ella, no sabe oponerse y se deja llevar. La "mujer fatal" entonces, después de preguntarle si cree en Dios, acelera su coche al máximo y en un instante los precipita a ambos por una cuneta. Ella muere, él sale gravemente perjudicado: su rostro desfigurado será su horror, y el hazmerreír y asco de la sociedad.
De golpe (como en el Segismundo de La vida es sueño, fuente de la que ha bebido sin duda), su destino se ha invertido. De ser el triunfador por excelencia se convierte en el fracasado. Y no soporta verse en tal tesitura. Invierte todo su capital en médicos para que le reconstruyan la cara, pero no logra alcanzar la normalidad deseada.
Su vida se convierte en un infierno. Se odia a sí mismo; odia a los demás, que nunca podrán ponerse en su piel y sentir lo que él siente; odia a Sofía que ahora le rechaza, y a Pelayo, que parece vivir la vida que él quisiera, cuando siempre había sido a la inversa.

A partir de aquí, se nos sumerge en un mundo fantasmagórico y confuso. En algunos momentos parece que le han reconstruido la cara, su vida vuelve a la normalidad y a la felicidad total, con Sofía a su lado. En otros instantes el paraíso se convierte en pesadilla: su cara continúa igual; o se encuentra con Nuria en vez de Sofía a su lado en la cama e intenta ahogarla, tan profundamente la aborrece.
Su vida va entrando en espirales cada vez mayores de horror y desorientación. Le han detenido, está en la cárcel, pero ya no recuerda nada: no sabe si mató a Nuria o a Sofía, no sabe si su cara se recuperó o no...Llegados a un punto, el espectador, como el protagonista, ya no sabe distinguir si está despierto o soñando; si está cuerdo o se ha vuelto loco por completo.
Para subrayar toda esta ambigüedad. Amenábar se sirve de fuertes imágenes como la del despertar y la del espejo. En repetidas ocasiones durante la película, se nos devuelve a la escena del personaje en su cama y una voz que le anuncia cariñosa: "Abre los ojos"; cada vez que dicha escena aparece, ya dudamos si la última escena vista era una realidad o un sueño. Asimismo, obsesivamente César se contempla en el espejo cuando se levanta de la cama, a mitad de la noche, y ni él ni el espectador sabemos a ciencia cierta cuál va a ser el estado de su rostro.
Al final, después de muchos reveses del argumento, al protagonista se le convence de que hace tiempo que lo que vive no es real, que está viviendo dentro de su propio sueño (ya que él pagó una suma enorme por vivir en una realidad virtual una vez muerto, y luego se suicidó). Le dicen que para volver a la realidad (la del mundo futuro en que habrán podido resucitar a su cuerpo congelado) sólo tiene que suicidarse. Se precipita hacia el vacío y...como escena final nos presentan simplemente un fundido en negro, y la frase emblemática nuevamente "Abre los ojos". Alguien le está invitando a César a despertarse, pero no sabemos quién ni dónde. Hemos perdido todo referente espacial y temporal.

Al unísono, el espectador siente que se le está apelando de manera personal a través de la pantalla; como si quisieran decirle: "Tranquilo, ya ha acabado todo, ya no voy a hacerte sufrir más en los vaivenes entre la realidad y el sueño: abre los ojos, enciende las luces, aléjate de la pantalla y podrás respirar aliviado porque tu vida sí es real; olvida el desasosiego que he tratado de inocularte, era una gamberrada mía y nada más. Abre los ojos, mira, toca, asegúrate de que tu vida es cierta y de que la estás viviendo como quieres, tal como la vivirías en tu imaginación."

Tras el abrupto final, mil interrogantes se crean en el espectador. ¿Es cierta la historia futurista de que estaba congelado viviendo en un sueño desde mucho tiempo antes? ¿O el protagonista ha estado en coma desde el accidente y todo absolutamente ha sido una fantasía de la inconsciencia? O bien ¿estaba ya soñando desde un principio, y la película entera es un sueño, con sus idas y venidas casi inverosímiles?

Si alguien busca persigue un tipo de cine con final cerrado y tranquilizador, que olvide Abre los ojos.

Mis alumnos quedaron totalmente desorientados después de la palabra fin, y me repetían "No se entiende". Y yo me sonreía: "Pues claro que no se entiende, esa es la gracia." Pero después fuimos comentando la película y poco a poco fueron comprendiendo que el motor de la película era la propia confusión en el espectador, y que por tanto era imposible que la resolución al final fuera clara.
El mismo día del visionado se quejaron mucho, sin duda sintiéndose estafados por el director, que los había llevado de un lado a otro como dominguillos para luego abandonarles en el más completo vacío.
Sin embargo, después de reflexionar con su cuestionario, resultó que a muchos de ellos les había impactado tanto el ritmo como el tema de la realidad y el sueño. Sólo una persona siguió afirmando que no le había gustado.
Conclusión: a veces se acostumbra al gran público a pensar que una película es buena si acaba bien o con una moraleja clara o si permite disfrutar durante todo el tiempo del visionado; ¿qué hay de las miles de películas que te proporcionan un desarraigo interior total y te fuerzan a mover la retina unos grados hacia una dirección desacostumbrada?
Si veo a los alumnos incómodos y silenciosos al acabar la película, buena señal: algo en ellos se está removiendo.

jueves, 17 de abril de 2008

La mirada en el cine


¿Por qué se incluirá en el Graduado en Educación Secundaria para adultos (GES) el módulo "Cinefórum" como obligatorio dentro del ámbito "Comunicación"?
Se podría decir que la imagen y el cine están sobremanera presentes en las vidas de todos, mucho más que la literatura, ¿para qué destinar un trimestre al comentario de films?
Haciéndome estas preguntas creo haber hallado el enfoque adecuado para mi Cinefórum.
El programa de lengua y literatura en la enseñanza de adultos descarta el estudio tradicional de la cultura como un proceso diacrónico y privilegia en cambio un enfoque sincrónico o atemporal (visible también en otros módulos como: Viaje literario, Club del llibre, Comentario de textos...).
Si atendemos a esta cuestión, que no creo azarosa, se vislumbran ya las lagunas mayores que debería cubrir el profesor de literatura del siglo XXI (¡y no sólo el de adultos!): enseñar a pensar; esto es, no conformarse con la visión plana de la realidad que se nos ofrece en los medios de comunicación al uso. Para ello se requiere para empezar propiciar una mirada extrañada, desconfiada, sobre la realidad circundante.
Para eso puede servir el cine.
La cultura de la imagen resulta más instantánea y, por ello, más preciada hoy en día en cuanto a la comodidad de su ingestión. No obstante, ¿por qué dar por supuesto que la cultura de la imagen va asociada al encefalograma plano, a la visión sesgada y simplista de la realidad? Todo depende del material elegido y de la genuidad de nuestra propia mirada. Tal vez muchas personas no se han parado a pensar en el poder evocador de la imagen, en que la imagen no equivale a la realidad, igual que la palabra no puede representar nunca "la realidad" en sí sino un discurso más o menos camuflado desde un punto de vista.
Tras mis consideraciones previas, me quedo con dos criterios en mi selección de películas:
1) Películas con un desarrollo argumental no unívoco: donde la trama sea portadora de una cierta visión del mundo pero que exija algo del espectador. Vaya, lo suficientemente amplia de miras para que nos pudiera llevar a una polémica no prevista de antemano.
2) Películas cuya ténica cinematográfica tenga una capacidad evocadora particular. (Siempre que evoque emociones de cierta intensidad, y no el puro aburrimiento, como me transmite hoy cierto cine "culto" que devoré a los 20 años tan visceralmente como ahora rechazo.)
Estos como criterios portadores de una "mirada extrañada". Podía añadir un tercer criterio, el que facilite cierta continuidad con la supuesta cultura visual de los alumnos para evitar la indigestión:
3) Películas con cierta estructura externa "inteligible" y/o con un ritmo que asegure que el espectador se identificará con las trifulcas que sucedan en la pantalla y será arrastrado hasta el final. Frente a la distancia intelectual, preferir la emoción, sea cómica o dramática.

miércoles, 16 de abril de 2008

Ejercicios de escritura


¿Qué es lo más difícil, y también lo más apasionante de la escritura literaria?

El trasvase continuo entre lo interior y lo exterior. La transformación de unas emociones propias en un objeto exterior; o el interiorizar algo externo que nos ha llamado la atención en un discurso propio. Ahí está el nudo principal de la escritura literaria. Cuando este trasvase se va aprendiendo a hacer, se comprueba que:

1) Todo el mundo puede hacer escritura literaria, puesto que todo el mundo posee vivencias de las que partir, y ojos para ver y aprehender la realidad.

2) Una imagen siempre es más poderosa y refleja más que la explicitación racional de unas emociones o estados. (El famoso dicho literario: siempre es mejor "mostrar" que "decir").


Dos ejercicios al alcance de todo el mundo:


1) De lo exterior a lo interior: Abrir el diccionario al azar. Tomar una palabra cualquiera, siempre que represente algo concreto. (Para los lingüístas: sustantivos concretos). Apuntar su definición. Luego, observar qué resuena en nosotros a partir de esta palabra, y hacer una "definición personal" de la misma; es decir, dejarse llevar por las connotaciones que nos sugiere.

Ejemplo de este ejercicio: "una duna en el camino".


2) De lo interior a lo exterior: Buscar un objeto de la realidad con el que nos identifiquemos de alguna manera; un objeto que visualice nuestra manera de ser, o un rasgo de nuestra personalidad, o una emoción que sintamos. Definir el objeto y a través de él hablar de nosotros, sin llegar a explicitar los consabidos adjetivos que describan la personalidad.

Ejemplo de este ejercicio: "la noria".


¡Probadlo, probadlo! Es divertido, sencillo y gratificante.

Los profes, podéis probarlo también con vuestros alumnos.

martes, 15 de abril de 2008

La noria



Mis días están hechos de constantes tumultos.
Como la noria, no sé ni quiero permanecer en un lugar inmutable.
Cada segundo que pasa es un cambio de prisma en la visión de cuanto me rodea. A cada instante asciendo o desciendo; se diría que vuelvo fatalmente a reincidir sobre los mismos pasos. Sin embargo, el nuevo ascenso me trae sobre la ciudad una luz inaudita; todos y cada uno de los descensos perpetran un vértigo inédito.

Despertarme es subir a una noria que es mi gozo y mi condena.

lunes, 14 de abril de 2008

una duna en el camino

Mi duna es el estandarte del reposo.

Cuando me adentro en la senda, distingo a lo lejos un horizonte apetitoso que quisiera alcanzar. Sé que nunca me resultará suficiente: cuando llegue a la cima, más allá, siempre existirá otro confín que me esté llamando. E incluso así, una fuerza inexplicable me lleva a persistir en mi empeño.
Pero entre mi deseo y yo hay una duna: una duna que me dificulta el acceso el camino y me proporciona una rabia pasajera.
Mis pies se hunden en ella y el destino anhelado resulta cada vez más inaccesible…hasta que lo olvido por completo.
Esta duna es mi obstáculo y mi bendición.
Sus perfiles porosos me atraen, me ingieren, hasta que yo misma alcanzo a formar parte de su cuerpo, con esa misma impasibilidad expectante.
En la duna me instalo y recuerdo que lo más importante no es el punto de llegada, sino saber disfrutar del trayecto.